lunes, 6 de noviembre de 2017

SAP


A vueltas con el llamado Síndrome de Alienación Parental:
qué no es y qué razones subyacentes se presentan


En primer lugar, partimos de dos evidencias que no dejan lugar a dudas:
  1. No constituye una entidad médica ni clínica, de acuerdo con la Asociación Médica Americana (AMA), la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Asociación Americana de Psiquiatría (APA), ni figura, por tanto, en ninguno de los dos grandes manuales para el diagnóstico profesional de los trastornos mentales de referencia mundial: DSM-5 ni en el CIE-10.
  2. No existe consenso científico, ya que no reúne los criterios metodológicos científicos necesarios para ser aceptado por los expertos y su “diagnóstico” es simplista.
Todo síndrome o trastorno mental es difícil de diagnosticar por la frecuente multiplicidad de causas que cursan, siendo de compleja –y lenta, en consecuencia- su identificación. Por esta razón se utilizan una amplia variedad de instrumentos clínicos, desde baterías de tests cuya validación científica confiere rigor a los resultados, hasta el uso de técnicas basadas en la observación y/o la entrevista clínica.

En el caso del llamado SAP, parece obedecer a única causa, llevándose por delante décadas de investigación en salud mental. Con una simplificación sólo propia de agentes ajenos al campo de la intervención clínica (como abogados, economistas…), o incluso algún profesional de la psicología, se desprecian las aportaciones de los grandes referentes históricos en el estudio de la psicología. En ellos apoyamos nuestra argumentación posterior.

Así pues, estamos ante un uso común y acientífico del concepto de “síndrome”, alejado de los criterios exigibles de rigor profesional imprescindibles en el ejercicio del diagnóstico.

Dejando claro lo que NO es, a continuación, exploramos lo que, a partir de lo que SÍ puede ser, siguiendo la idea de Darrel Regier, coordinador del equipo de revisores de la última edición del DSM-5, quien lo define como un “problema relacional entre padres e hijos o entre progenitores […no siendo…] los problemas de relación per se desórdenes mentales”.

Ya situado el problema en estos términos, cabría reflexionar sobre lo que parece derivarse de la encendida defensa de los partidarios de la existencia del llamado SAP. Proponemos partir del problema real que se plantea: el niño o la niña no quiere estar con el padre. Si este es el hecho objetivo, la pregunta es qué es lo que lleva a pensar que esa postura del hijo o hija de ambos progenitores se deba en exclusiva a la influencia materna.

Quien contempla esa posibilidad está atribuyendo al niño la incapacidad de pensar por sí mismo/a, o de dudar, al menos, de sus capacidades para relacionarse. Además, atribuyendo a la madre la intención de impedir, o destruir, la relación padre-hijo/a, se está suponiendo que ella “no quiere bien” al hijo/a, ya que su intención es privarle de una relación esencial para su desarrollo presente y futuro.

Aún hay otro aspecto del problema que debe contemplarse, ahora en relación con el padre que se encuentra con la negativa por parte de sus hijos o hijas: ¿qué clase de relación, qué tipo de apego habría construido? Las expertas y expertos sabemos que a mayor sensibilidad frente a las demandas del niño/a, así como a mayor estabilidad de las respuestas, más posibilidad de construir un apego seguro. Y ese tipo de apego resulta impermeable a influencias externas (ni de madres, ni de ningún otro agente), puesto que, aprendido desde el momento del nacimiento y en lo sucesivo, a través de las primeras interacciones del bebé con su cuidadora o cuidador principal, se construye blindando emocionalmente a la persona frente a la adversidad. Y nadie, ni niño, ni adulto, renuncia en ningún caso a la principal defensa, a la mejor protección, al apoyo incondicional que le acompañará en el tránsito por la vida.

¿No será, más bien, que esos padres tan reclamantes en los litigios por custodia arrastran una historia de relación con sus hijos en la que ha destacado por encima de todo la falta de asunción de responsabilidades parentales, y consecuentemente, la incapacidad para haber construido ese vínculo de calidad, este apego seguro, lo que verdaderamente se esconde tras el menosprecio de las capacidades del niño/a y la supuesta actuación maquiavélica de su madre?

Es en este contexto en el que adquieren todo su sentido las palabras de Joan Meier, catedrática de Derecho de la Universidad de George Washington, experta en violencia de género y custodia de hijos e hijas, cuando afirma que el llamado SAP es una noción fabricada, sin soporte científico alguno.


Dra. Soledad Andrés* y Dra. Ángela Barrios**.
(Profesoras de Psicología del Desarrollo y la Educación).

*Universidad de Alcalá (Alcalá de Henares, Madrid)
** Universidad Autónoma de Madrid.

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