A vueltas con el llamado Síndrome
de Alienación Parental:
qué no es y qué razones
subyacentes se presentan
En
primer lugar, partimos de dos evidencias que no dejan lugar a dudas:
- No constituye una entidad médica ni clínica, de acuerdo con la Asociación Médica Americana (AMA), la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Asociación Americana de Psiquiatría (APA), ni figura, por tanto, en ninguno de los dos grandes manuales para el diagnóstico profesional de los trastornos mentales de referencia mundial: DSM-5 ni en el CIE-10.
- No existe consenso científico, ya que no reúne los criterios metodológicos científicos necesarios para ser aceptado por los expertos y su “diagnóstico” es simplista.
Todo
síndrome o trastorno mental es difícil de diagnosticar por la frecuente
multiplicidad de causas que cursan, siendo de compleja –y lenta, en
consecuencia- su identificación. Por esta razón se utilizan una amplia variedad
de instrumentos clínicos, desde baterías de tests cuya validación científica
confiere rigor a los resultados, hasta el uso de técnicas basadas en la
observación y/o la entrevista clínica.
En
el caso del llamado SAP, parece obedecer a única causa, llevándose por delante décadas de investigación
en salud mental. Con una simplificación sólo propia de agentes ajenos al campo
de la intervención clínica (como abogados, economistas…), o incluso algún
profesional de la psicología, se desprecian las aportaciones de los grandes
referentes históricos en el estudio de la psicología. En ellos apoyamos nuestra
argumentación posterior.
Así
pues, estamos ante un uso común y acientífico del concepto de “síndrome”,
alejado de los criterios exigibles de rigor profesional imprescindibles en el
ejercicio del diagnóstico.
Dejando
claro lo que NO es, a continuación, exploramos lo que, a partir de lo que SÍ
puede ser, siguiendo la idea de Darrel Regier, coordinador del equipo de revisores
de la última edición del DSM-5, quien lo define como un “problema relacional
entre padres e hijos o entre progenitores […no siendo…] los problemas de
relación per se desórdenes mentales”.
Ya
situado el problema en estos términos, cabría reflexionar sobre lo que parece
derivarse de la encendida defensa de los partidarios de la existencia del
llamado SAP. Proponemos partir del problema real que se plantea: el niño o
la niña no quiere estar con el padre. Si este es el hecho objetivo, la pregunta es qué es lo que lleva a
pensar que esa postura del hijo o hija de ambos progenitores se deba en
exclusiva a la influencia materna.
Quien
contempla esa posibilidad está atribuyendo al niño la incapacidad de pensar
por sí mismo/a, o de dudar, al
menos, de sus capacidades para relacionarse. Además, atribuyendo a la madre la
intención de impedir, o destruir, la relación padre-hijo/a, se está suponiendo
que ella “no quiere bien” al hijo/a, ya que su intención es privarle de una
relación esencial para su desarrollo presente y futuro.
Aún
hay otro aspecto del problema que debe contemplarse, ahora en relación con el
padre que se encuentra con la
negativa por parte de sus hijos o hijas: ¿qué clase de relación, qué tipo de
apego habría construido? Las expertas y expertos sabemos que a mayor
sensibilidad frente a las demandas del niño/a, así como a mayor estabilidad de
las respuestas, más posibilidad de construir un apego seguro. Y ese tipo de apego resulta impermeable a
influencias externas (ni de madres, ni de ningún otro agente), puesto que,
aprendido desde el momento del nacimiento y en lo sucesivo, a través de las
primeras interacciones del bebé con su cuidadora o cuidador principal, se
construye blindando emocionalmente a la persona frente a la adversidad. Y
nadie, ni niño, ni adulto, renuncia en ningún caso a la principal defensa, a la
mejor protección, al apoyo incondicional que le acompañará en el tránsito por
la vida.
¿No
será, más bien, que esos padres tan reclamantes en los litigios por custodia
arrastran una historia de relación con sus hijos en la que ha destacado por
encima de todo la falta de asunción de responsabilidades parentales, y
consecuentemente, la incapacidad para haber construido ese vínculo de calidad,
este apego seguro, lo que verdaderamente se esconde tras el menosprecio de las
capacidades del niño/a y la supuesta actuación maquiavélica de su madre?
Es
en este contexto en el que adquieren todo su sentido las palabras de Joan
Meier, catedrática de Derecho de la Universidad de George Washington, experta
en violencia de género y custodia de hijos e hijas, cuando afirma que el
llamado SAP es una noción fabricada, sin soporte científico alguno.
Dra. Soledad Andrés* y Dra. Ángela Barrios**.
(Profesoras de Psicología del Desarrollo y la Educación).
*Universidad de Alcalá (Alcalá de Henares, Madrid)
** Universidad Autónoma de Madrid.
No hay comentarios:
Publicar un comentario